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martes, 2 de marzo de 2021

DE LA SOBERBIA DEL INTENDENTE AL HARTAZGO DE LA GENTE...!!!

 

Ignacio Dallavía
(Frente de Todos)

ANTE LA TOTAL FALTA DE RESPETO Y DE HUMILDAD EN LA APERTURA DE SESIONES ORDINARIAS DEL HCD POR PARTE DEL INTENDENTE BEVILACQUA.

Hay personas que se creen todopoderosas, muy por encima de los demás y que creen siempre tener la razón. Son aquellos que sienten tanta pasión por sí mismos que todo se les queda pequeño, nadie les puede enseñar o mostrar nada, pues ya “lo sabían”.

Sus oídos están cerrados y sus ojos están ciegos.

Su apariencia es de seguridad, pero no hay nadie más inseguro que aquel que se cree poseedor de la verdad. En realidad, lo que les ocurre es que están llenos de soberbia.

¿Qué es la soberbia?.

Según el psiquiatra Enrique Rojas, la soberbia es la pasión desenfrenada sobre uno mismo, la trampa del amor propio, la falta de humildad y de lucidez.

Se trata de un sentimiento de valoración en el que la persona concentra su foco de atención en ella misma porque se considera excelente, única y muy por encima de los demás.

Quien tiene soberbia se adora a sí mismo, se idolatra, sin embargo también ignora que ser soberbio es fuente y origen de muchos problemas.

En la soberbia, los otros no existen.

Así, la soberbia es amiga del orgullo, la vanidad, las ansias de poder, el narcisismo y el egocentrismo. Todo le queda pequeño. Quien tiene soberbia tan solo está centrado en sí mismo, no da valor a las opiniones de los demás porque está ciego.

Lo característico de la soberbia es que además de ser ilusoria y rimbombante es un disfraz que encumbre a la inseguridad, la falta de confianza en uno mismo y el sentimiento de inferioridad.

Tanto en una como en otra, la persona permanece ciega ante sus errores porque está atrapada por sus aires de grandiosidad. Una excelencia que esconde un profundo temor a la carencia y a ser menos que los demás y que trata de sobrevivir y ser querida.

Así, detrás de la soberbia hay miedo: miedo a no ser capaz, a no ser bueno, suficiente o reconocido. Y ante la incapacidad de asumirlo, de aceptar esos temores y heridas, se maquillan. Por esta razón, la soberbia sirve para “equilibrar” esos vacíos y como mecanismo de defensa porque ayuda a rechazar antes que ser rechazado.

Quien es soberbio no suele admitir sus errores porque hacerlo le recuerda que no es tan perfecto como pensaba y como consecuencia será muy difícil que pida perdón porque considera que nunca se equivoca. Al igual que también piensa que lleva la razón porque incurre en la falacia de la autoridad.

No obstante, al soberbio le importan mucho la opinión y la atención de los demás, aunque se muestre indiferente.

La autoestima de la persona soberbia se encuentra desinflada, es muy baja, porque está llena de inseguridad, pero la oculta bajo un disfraz de altanería. Por esta razón, cuando se sienten atacados, suelen enfadarse, perder el control, descalificar, ponerse a la defensiva o dejar de hablar durante un tiempo. Tienen la madurez emocional de un niño.

La soberbia no es más que una barrera defensiva para evitar que los demás intuyan los miedos, las inseguridades, las debilidades y las flaquezas del carácter.

Ante la soberbia, se recomienda humildad: aprender a llevar una vida más sencilla en la que predomine el valor de lo importante, como el amor, la sencillez y la generosidad. Sin embargo, existe un paso previo y es el hecho de reconocer y aceptar que se es soberbio. De lo contrario, es imposible que esta se suavice o comience a desaparecer.

Una vez aceptada, se trata de ser honesto y sincero con uno mismo: ¿a qué temo?; ¿qué es lo que me duele qué ocurra?; ¿qué me genera sufrimiento?; ¿para qué necesito ser reconocido como el mejor o el más válido?.

Además, también es importante cambiar la dirección del foco: ya no solo existe uno mismo, sino también están los otros. Hay que relativizar la importancia propia y saber mirar a los demás.

Para eso, es importante trabajar la empatía, ese saber ponerse en el lugar del otro, aprender a recibir críticas y aceptar los errores y los defectos propios.

No le recomiendo tratarse con profesionales, si su ego no lo deja tranquilo, mándelo a comprar humildad.

NO TODO VALE...

Ignacio Dallavía. 

Nota del editor

Decepcionados; molestos. 

Así regresamos ayer (1), después de la apertura del período ordinario de sesiones del Concejo Deliberante de Villarino.

Hicimos los kilómetros que separan a Bahía Blanca de Médanos, con algún atisbo de esperanza de que algo fuera distinto.

No lo fue, mucho más allá de la falta de cumplimiento de elementales normas de protocolo (por el Covid-19), aunque disimuladas con los "tapa bocas".

Ninguna respuesta, hubo, a los interrogantes formulados, por nosotros (Diario Villarino); y desde las redes sociales, por la gente, sometida al hartazgo verde desde hace 5 años.

Por segunda vez en pocos días, ¡aplaudimos de pie!, en este caso, las reflexiones de Nacho.

¿Hasta cuándo Villarino, y nos incluimos, deberá soportar tanta insolencia de quien se cree dueño del distrito, pero ¡no lo es!?.