En la madrugada de este viernes
(24), nos anoticiamos del fallecimiento de Nélida Drisaldi.
En otro tiempos -sin Internet, e-mail y
chat- la visitábamos en su casa, a cuyo frente estaba instalado el comercio que
compartía con su hermana, para retirar los escritos breves con los que ella
repasaba recuerdos de la historia lugareña (de paso, escuchábamos sus críticas, duras, sin concesiones).
La supimos, como todos, vivamente
identificada con el peronismo (bien es cierto que el de otras épocas), como
así, alguna vez, con la gestión de su hermano, el doctor Juan Constantino (Drisaldi),
allá por los ’70.
Hubo, si la memoria no nos falla en 1974,
un “episodio” relacionado con la Fiesta
Nacional del Ajo. Apareció en escena un productor (“Tato”, le
llamaban) que prometió dar al evento otras características (menos “pueblerinas”,
dicho esto con absoluto respeto, porque ha sido el sello que acompañó por décadas
a las localidades rurales).
Advertimos entonces, desde las páginas
del periódico (hoy DIARIO VILLARINO) “tener cuidado”, cuanto menos con esos cambios abruptos. Ardió Troya,
en contra de nuestra página y no dudaron en hacerlo saber.
Tiempo después, a instancias de Nélida,
la organización, rotulada por entonces como Cofinajo, reconoció públicamente el
acierto de la recomendación formulada. Un gesto de nobleza, no muy habitual por
cierto.
Nélida fue una luchadora, desde
su adusta visión de cómo deben ser las cosas. Fue consejera escolar, brindando
a ese cuerpo su valioso aporte. Fue “historiadora”, de los hechos de su Médanos
y tuvo mucho que ver con la revista del centenario de la ciudad cabecera.
No pocas veces estuvo en la “vereda
de enfrente” de nuestras opiniones. Quizás, por eso mismo, inspiró un
más acentuado respeto por su manera de pensar.
Con ella se va una reconocida
referente del Médanos de otros tiempos. Y es una pérdida, sin duda, para toda
la comunidad.