Eso
de que “a buen entendedor pocas palabras bastan” tienen sus bemoles. Al menos
en su aplicación práctica.
No
pocas veces, frente a comentarios incluso agraviantes de gente lectora –aunque
a esos anónimos podría identificárselos quizás– dijimos de la intención de no
publicar más (es una de las opciones que ofrece el sistema) aquellas opiniones
que no vinieran acompañadas del nombre, apellido y número de documento de
quienes las enviaban.
Un
poco por el uso; otro tanto por consideración a quienes se manifiestan
sanamente, aun sin dar a conocer su identidad, sobre distintos aspectos del
acontecer del partido de Villarino (preferentemente políticos e
institucionales), mantuvimos la práctica de dar lugar a los textos recibidos.
Como
el dispositivo para identificarse es muy simple (aun debajo de un comentario
técnicamente “anónimo”, porque hay quienes no tienen casilla de correo
electrónico o no disponen de sitios en internet, pueden ponerse nombre,
apellido y DNI), de aquí en más será requisito “sine qua non” la debida
identificación del opinante. Sea una expresión crítica o laudatoria, porque las
hay también de éstas últimas, pero anónimas.
Debajo
del comentario, deberán indicarse los datos ya puntualizados.
Caso
contrario, lo recibido irá a la carpeta de eliminados.
Nos corremos el riesgo,
perceptible, de carecer de mensajes debajo de nuestra columna política o,
simplemente, de cualquier otra entrada de nuestro diario digital.
Nosotros,
desde siempre, asumimos la responsabilidad de nuestros puntos de vista. No
tenemos porqué convalidar los dichos de los anónimos.