Es probable que ni aún en sueños –aquellos que paso
a paso le dan sentido a la vida a través de los años– hayamos pensado en que,
45 años después del 7 de mayo de 1970, en este 2015, misma fecha, estaríamos
escribiendo DIARIO VILLARINO, alguna vez papel, por mucho tiempos; y ahora
digital, a tono con las nuevas épocas y costumbres.
Aún así, bien es cierto que con etapas definidas en
algunos ciclos, estamos haciéndolo. Contra viento y marea, podría decirse;
frente a todas las vicisitudes; con más malas que buenas, tal vez; pero en
todos los casos con una vocación inalterable; y un especial afecto por la
comunidad que le ha dado vida a Villarino a lo largo de décadas.
Sin que esto signifique un juicio de valor, que no
nos corresponde formular, tenemos una certeza: ningún medio local “sobrevivió”,
como nuestro periódico, tanto tiempo y ante los avatares que cíclicamente
distinguen a nuestro país en todas sus dimensiones, desde las más chicas e
imperceptibles hasta las más grandes.
DIARIO VILLARINO es histórico; y pro esa razón, como
ningún otro medio, acompañó la vida y las costumbres lugareñas.
Un amigo entrañable, que se fue demasiado pronto,
privándonos de la seguridad y el placer que nos daba saberlo identificado con
nuestra manera (aunque no siempre con nuestros enfoques) decía, “mitad en serio y otra mitad en broma” que el
diario, y nosotros, estuvimos con todos los gobiernos. Craso error, le respondíamos,
con el clima propio de la amistad. Los gobiernos pasaron (unos cuantos y con
distintos colores) y el periódico
siempre estuvo en todo Villarino.
Esta acotación, formulada frecuentemente en el marco
de una confianza de aquellas que es deseable tener en todos los momentos, nos
permite recordar, sólo al pasar, hechos no poco notorios: las Fiestas del Ajo,
año a años, desde 1967 en adelante (porque aún antes que el periódico las
vivimos a pleno, difundiéndolas en todas sus ediciones; los campeonatos de la Liga de Fútbol de Villarino
(alguna vez pusimos el trofeo mayor, que ganó el desaparecido Defensores del
Barrio); los actos escolares, de un confín a otro del dilatado distrito; los
aniversarios de los pueblos; las celebraciones de iglesia, incluyendo los
cambios de párrocos; los eventos sociales (con menciones y fotos de los
acontecimientos familiares); y, esencialmente, porque siempre estuvieron en las
páginas, los cambios de gobiernos y los procesos electorales que los
distinguieron a través de décadas.
Quincenario primero; semanario después; tabloide
casi siempre, pero también formato revista; tipográfico u offset color; y ahora
digital, el periódico fue observando como pasaban los años y todos sus sucesos.
Una particularidad nos quedó grabada a fuego: hubo
un tiempo en que la gente esperaba, todos los sábados, la llegada de los
paquetes con ejemplares para su distribución, en todas las localidades. Quizás
parecería mentira que el tiraje del diario haya llegado a 1.800 por semana.
Supimos de momentos difíciles; recibimos críticas; afrontamos
no pocas polémicas, pero todo pasó. No nos detuvimos, como ocurre con las
agujas del reloj, porque siempre entendimos que la misión de un periodista no
termina con el día, sino que se prolonga en el siguiente… y así, siempre.
Siempre dijimos –y quizás eso explique un tanto la
tenacidad que ha sido nuestro fuerte– que Médanos, como cabecera (pero sin
desmedro alguno para con los demás pueblos) ha sido, es y será, “nuestro lugar
en el mundo”.
Sabemos que, en la dura encrucijada de la vida, hay
un tiempo para cada cosa. Aún desde esa visión, nos resistimos a pensar que las
elecciones del 2015 sean las últimas que podamos comentar. Diríamos, para
alentar alguna suspicacia que nunca falta, que aspiramos estar cuando se elija
gobierno en el 2019, en el 2023 y mucho más. Nos seduce, en tanto, el deseo de compartir las bodas de oro de la Fiesta
Nacional del Ajo, esa que vimos “nacer”, como regional, en
una etapa y con una fisonomía totalmente distinta a la actual y a las que vendrán.
Se nos ocurre, de puro porfiados que hemos sido
durante toda la vida, que habrá DIARIO VILLARINO por muchas décadas más.
¡Gracias, Villarino!, por darnos un lugar…
Luis María Serralunga
Editor