El martes a las seis en punto de la tarde, el comisario Mario Ricci y la oficial que lo acompañaba se presentaron en la puerta de San José 1111. Esquivaron los bombos, las parrillas, el humo y la gente que hacía pocas horas se había enterado que Cristina Kirchner no iría a Comodoro Py, y subieron hasta el segundo piso, departamento D. No llevaban sus celulares encima por orden de sus superiores: nadie quería tener responsabilidad sobre ninguna imagen filtrada de lo que estaba por suceder. Al abrirse la puerta del departamento, empezaría un momento íntimo aunque burocrático, destinado a narrarse en los libros de la historia política de este país. El momento en el que notificarían a una expresidenta del inicio de una pena a seis años de prisión, que se cumplirán en su casa.
Ricci está a cargo de la sede 1-C de la Policía de la Ciudad y tiene jurisdicción sobre la zona en la que vive CFK desde que se mudó junto a su hija Florencia y su nieta. No se habían visto, todavía, la cara. El comisario traía en la mano la carpeta con un escrito de diez páginas del Tribunal Oral Federal número 2, donde constaban los derechos y obligaciones que empezaron a regir desde el momento en que se le concedió la domiciliaria. La expresidenta y dos testigos firmaron la notificación. La oficial que lo acompañaba traía la almohadilla de tinta para las huellas dactilares. El procedimiento duró una hora y cuarenta minutos, una eternidad que Cristina sostuvo con buen diálogo y calma tensa. Pero menos de 24 horas después, ya empezaba a cuestionar lo que acababa de suscribir: le pidió al Tribunal una definición sobre el uso del balcón y habló en vivo a la multitud que llenó la Plaza de Mayo y los alrededores para darle su apoyo. Después, avanzó todavía más al fleje sobre sus condiciones de detención. Pidió liberar el acceso de invitados y volverá a impugnar la pulsera electrónica. Está claro que acá está dando una batalla más profunda, la que definirá, a partir de sus reglas de prisión, el margen de acción política, la posibilidad de construir un centro de poder donde desplegarse desde el encierro. El ingreso de visitas es una clave de ese devenir. Hay ahí una definición que todos miran porque desde esta semana, donde concentró la atención y el liderazgo de manera indiscutida, el tiempo ahora empieza a correr con saña.
Axel Kicillof sueña con un fin de semana largo de calma pero sabe que no pasará. El tiempo de descuento antes de la inscripción de alianzas en la provincia es demasiado poco -cierran el 9 de julio- como para ejercitar la autonomía en el nivel que proyectaba. El problema es que asegura no estar dispuesto al sometimiento y para eso tendría que encontrar una salida elegante. Como hace meses, Sergio Massa, vuelve a ser el interlocutor que une las partes de esta familia rota entre el gobernador y la expresidenta y su hijo. Habla con todos de manera fluida pero al final no deja de ser una discusión contable con final abierto por la composición de las listas.
Todo el episodio de la condena está sucediendo en un peronismo lleno de asuntos pendientes sin resolver que parecían rumbo al estallido hasta que la Corte activó el expediente Vialidad. Lo que pasó en la discusión sindical por el volumen del apoyo a la movilización fue desopilante. Hugo Moyano lideró la rebelión que quitó la posibilidad de hacer un paro general para marchar y sacó los trapitos al sol de viejos rencores con Cristina y Máximo. También vale preguntarse sobre los movimientos de los gobernadores. ¿Se abroquelarán detrás del liderazgo de CFK o el tiempo materializará otras decisiones?. Hay ocho provincias eligiendo senadores nacionales este año. El mapa de lo que el PJ pone en juego es muy grande y todavía está en dudas si primará la unión o la territorialización de los intereses. Son temas que a la gente no le importan nada, pero que están quitando el sueño a todos los que empezaban a emanciparse de Cristina. |
El presidente volvió de su gira con un país focalizado en la inminente detención de la expresidenta. A pesar de que todavía no pisó la Rosada, el lunes activó un almuerzo a solas con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos y el miércoles lo hizo con Santiago Caputo. Detrás de esos dos encuentros uno a uno, hay una misma preocupación: el Congreso quedó en stand by posfallo de la Corte, pero apenas se reactive hay una agenda que Milei quiere desactivar por completo. La que sigue el camino de la sanción en el Senado del aumento a los jubilados y la prórroga de la moratoria.
La complicación es lo que viene después: con la decisión de vetar para no aumentar el gasto fiscal, el gobierno solía moverse con tranquilidad por las adhesiones que sumaba en Diputados gracias al PRO, a una parte del radicalismo y a varias provincias. Eso les permitía tener el tercio necesario para frenar los votos que se necesitan para el veto en las dos Cámaras. Esa matemática se rompió con la aprobación de este proyecto y aceleró adentro de la Rosada una pelea que va camino a colisión entre el sector político de los Menem y Karina versus Santiago Caputo.
El estratega presidencial apunta a los operadores de Karina por inoperancia en la pérdida de los votos. Francos intenta mediar, como lo hizo este miércoles a la mañana cuando convocó a la mesa política que hacía casi un mes no se juntaba. Son reuniones que se discontinuaron porque la interna está rozando una tensión insostenible, que se intentó calmar en un encuentro que terminó en la nada. En rigor, terminó con Caputo en Olivos almorzando con el presidente pidiéndole que solucionara la matemática de Diputados. Es apenas una de las consecuencias de esta pugna. La provincia de Buenos Aires y las decisiones que se tomen para cada uno de los ocho distritos electorales, son en realidad, la madre de todas las razones de la pelea.
Está abierta una situación intrigante y completamente irresuelta sobre la competencia bonaerense. En el gobierno, se preguntan si les conviene este escenario que se configuró con la condena firme de la Corte. Está claro que ayuda a la polarización que buscaban, pero esta Cristina parece más poderosa que la que competía por la tercera sección electoral. ¿A quién prefieren tener enfrente ahora?. ¿A Máximo o a Magario?. Máximo le daría mayor nitidez al enfrentamiento pero posiblemente también más votos trasladados de su madre.
Como en todas las desdobladas del país, la gran pregunta es la participación. En las usinas de la Casa Rosada, estaban decididos a jugar ese factor a su favor pero con el nuevo escenario, la situación se les puso más tramposa: ¿no será un incentivo para el voto peronista salir ahora a las urnas, mientras que los antikirchneristas tendrán menos motivación con CFK presa en lugar de candidata?. |
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