Lo bueno y aquello que,
lamentablemente, no lo es tanto.
De tantas pálidas
que se desperdigan en estos tiempos de cuarentena, aislamiento, tapabocas y
afines, estamos deseando, como cualquier hijo de vecino y sin que importen
demasiado los lugares, alguna buena noticia; comentario; o imágenes, que
devuelvan el espíritu, alicaído después de tantos días.
Por eso y no
mucho más, vimos con cierta alegría, algo de la visita del jefe del gobierno
municipal –acompañado de algunos ediles- a algún campo en que está levantándose
la cosecha de cebolla.
Las fotos de
campo ponen en evidencia que se respeta el protocolo de distancia. Eso es
bueno.
No lo son tanto,
aunque los enfoques se presten a cierta distorsión, los tomados en el galpón de
empaque. Nada de distancia; aunque sí tapabocas.
Sin embargo, no
todo fue color de rosas.
Avanzando un
tanto el atardecer, se nos comentó “la otra cara”.
“Que recorran
todos (los galpones)”, nos dice un lector. Y agrega: “van a ver cómo trabaja la
gente; cómo están los baños; dónde almuerzan; y muchas otras cosas que no se
dicen”. Y termina: “para la foto, el
mejor sector; y todos hacen para exportación”.
La reflexión que
antecede nos recuerda los tiempos iniciales de DIARIO VILLARINO, a punto de
llegar a los 50 años, cuando solíamos recorrer zonas rurales en momentos de
cosecha. Nada para agregar, que no haya visto por entonces, en medio de los
campos.
Y la cosa, vista
desde afuera por el aislamiento vigente, parece que no sólo es exclusiva de un
lugar en particular.
Nos llega y
tomamos conocimiento de otro apunte, digno de ser tenido en cuenta.
“Le escribimos
porque el suyo es el único medio que dice la verdad”.
“Somos empleados
de la Dirección de Tránsito, en Médanos”.
“Ya no podemos
más con la represalia que tiene este gobierno con los empleados”.
“El señor
secretario, Martín Pacheco; y la encargada de Tránsito, Daiana Ithz, nos tienen
sin agua para los baños, hace dos meses”.
“No podemos
lavarnos las manos, ni siquiera para limpiar las oficinas, ya que en la situación
en que estamos necesitamos mucha higiene”.
“Tenemos que
aguantar entre 6 y 8 horas sin ir al baño; y si vamos es a escondidas, con
miedo de que nos suspendan por no estar
en nuestro lugar de trabajo”.
“Le pedimos que
haga algo. No damos los nombres porque tenemos miedo, pero ya no aguantamos
más”.
Ese mensaje fue recibido,
la semana pasada, en nuestro Whatsapp. Nos hacemos eco, con reserva de
identidades, pues, muy a nuestro pesar, nos es ésta la única queja que nos
llega sobre la citada dependencia municipal, dependiente de la Secretaria de
Protección Ciudadana.
Y nos ha quedado
flotando, desde hace unos días, un tema del que preferimos no hablar en su
momento (una semana atrás), cuando nos anoticiamos de la presencia de un grupo
de 41 bolivianos, despachados desde Orán (provincia de Salta), cuando
intentaban cruzar a Bolivia, estando prohibido ese tránsito atravesando la
frontera.
Según se divulgó –
entre el fárrago de asuntos propios del coronavirus – para este lunes (4), o a
más tardar este martes (5), estaría permitida la circulación de grupos como el
que recaló en Villarino y fue demorado días atrás en el fitosanitario del
kilómetro 714 de la ruta nacional número 3.
Por los dichos de
las redes sociales – no por los medios con quienes “intercambia” info el
gobierno municipal – supimos de las quejas de gente de Argerich, preocupada por
el desembarco del grupo en la localidad. Algunos, incluso, con incertidumbre en
su condición de padres (o familia) de alumnos que concurren a la escuela
albergue.
No fueron pocos
los reclamos, no obstante lo cual (por un acuerdo entre el municipio y la provincia),
la delegación recaló en ese establecimiento.
A estar de la
poca información oficial conocida, los bolivianos seguirían (este lunes 4) en
Argerich.
Frente al caso,
no son desventurados algunos interrogantes: ¿cuándo se irán?; ¿qué apoyo están
recibiendo, en tanto, de la Secretaría de Desarrollo Social?; ¿reciben comida?;
¿a qué posibilidades de higiene tienen acceso?; ¿cómo es su actividad, día por
día?; y finalmente, con el lógico movimiento que el grupo en su conjunto pueda
tener, ¿cómo quedarán las instalaciones de la escuela albergue cuando termine
esa obligada permanencia?.
Es cierto, y no
nos apartamos de ello, que ha operado un sentimiento solidario. ¿Y todo lo
demás, qué?.
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